lunes, 31 de marzo de 2014

Aprendiendo a resignarme


¡Pero claro que no quería que golpeara a su padre! lo único que deseaba es que lo mantuviera a distancia y bien lejos de mí, cosa que por años no ocurrió. En aquel tiempo aún seguía siendo una chiquilla inmadura y temerosa que en lugar de enfrentar las cosas y poner en su lugar a quien me atemorizaba, prefería encerrarme en mi habitación o pasar largas horas metida en casa de la vecina, todo antes que estar sola con ese señor. ¿Increíble no? ya era capaz de llevar una casa, de organizar los dineros del gasto y hasta de cuidar a un bebé pero me sentía totalmente incapaz de resolver este asunto con Don Luis.

-Esto de jugar a la casita y a ser adulto sí que era una tarea por demás complicada y problemática, debí quedarme en casa de mis padres, aceptar su disciplina, estudiar y sacar una carrera.-

Quería revelarme pero... ¿cómo? estaba metida hasta el fondo o así me lo parecía. A cada momento me repetía: "el tiempo pone todo en su lugar" esa era mi esperanza y con ella fui resignándome y aceptando que tendría que compartir mi espacio con Don Luis por tiempo indefinido.

Israel se convirtió en el nieto favorito de su abuelo, después que él repitió hasta el cansancio que no era de su hijo de Javier. Y ahora no perdía oportunidad de tenerlo en brazos y llevarlo a pasear; pero como no encariñarse con el pequeño, si era un niño encantador y hermoso aunque a su padre no le pareciera, creo que él seguía pensando en el fondo que no era su hijo, porque no le hacía mucha fiesta ni lo trataba del todo bien.

Habrá tenido unos ocho o nueve meses cuando me embarace de mi segundo bebé. Esta vez todo fue diferente, ya sabía de que se trataba todo y como debían ir las cosas; los cuidados que debía tener y como alimentarme, por lo que me dispuse feliz y tranquila a disfrutar por primera vez la espera. En esta ocasión Javier se veía contento, y como no estarlo si ahora no había quien le calentara la cabeza con tonterías.

Cuando faltaba un mes aproximadamente para el parto, me caí en la escalera del edificio donde vivíamos; a decir verdad me asuste muchísimo, creí que el parto se adelantaría, por lo que llame a mi madre para decirle lo que había pasado y ella viajo de inmediato para estar conmigo. ¡Qué bien se sentía poder contar con mi madre en este momento! La caída solo fue un susto y mi bebé todavía tardo tres semanas más en nacer, entre tanto pude disfrutar de la compañía y el cuidado de mi Mamá.

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