viernes, 28 de marzo de 2014

Esperando a Israel


Era la primera vez que mi cuerpo florecía, me estaba enfrentando a muchos cambios tantos físicos como emocionales, de pronto todo parecía diferente y yo me sentía tan indefensa, tan confundida, pensaba constantemente ¡por Dios en que lío me he metido! en verdad estaba muy asustada y sentía tanto miedo. Pero no podía decírselo a nadie, no tenía ningún aliado cerca, esta era la primera vez que me sentía realmente sola, pero me sentía tan avergonzada por mi conducta que ni siquiera podía llamar a mi madre para pedirle consejo y ayuda.

Los días iban pasando lentos, esos meses de espera parecían no tener fin. Por causa de mi ignorancia, fue hasta muy avanzado el embarazo que empecé a visitar al médico, por fortuna todo iba bien, mi bebé crecía y se desarrollaba perfectamente.

Por suerte Don Luis había vendido su casa y gracias a Dios ya no tendría que seguir viviendo bajo el mismo techo que mi cuñadita, supuse que por fin las cosas cambiarían, lo que no sabía es que mi suegro se mudaría con nosotros; ahí dio inicio un suplicio que duro varios años. El señor no se cansaba de repetir una y otra vez que el niño que esperaba no era de Javier, y no se limitaba a decírselo a su hijo, recuerdo que en una reunión familiar le preguntaron que quería que fuera su nieto, si niño o niña y él respondió: "hijos de mis hijas... nietos. hijos de mis hijos... quien sabe" no puedo ni imaginar la cara que habré puesto pero recuerdo que quería que en ese momento me tragara la tierra. Al final Javier termino creyendo que el niño no era de él, y esto lo demostraba de muchas formas. Con todo lo que pasaba a mi alrededor yo estaba muy ilusionada y esperaba con ansias a aquel bebé.

Por fin llego el momento de su nacimiento, y aunque no lograba entender muy bien como era esto me sentía feliz por un lado y asustada por otro, recuerdo que Javier me llevo al sanatorio muy tarde por la noche, me dejo ahí y se marcho a dormir, como si quien estaba a punto de dar a luz fuera una desconocida que va a tener al hijo del vecino. ¡jamás me había sentido tan mal! era una sensación de abandono total y soledad que nunca antes había experimentado.

Después de varias horas de trabajo de parto, a eso de las cinco de la mañana nació mi primer angelito, era un niño rubio de ojitos azules, tan hermoso que parecía un muñequito, y era mío. Tenerlo en mis brazos fue lo mejor que me había podido pasar en mucho tiempo y para el resto de mi vida.

Cuando Don Luis vio que el niño era rubio de ojos de color, fue entonces que dijo que si era su nieto, si parece que Dios quiso que mi niño fuera así para callarle la boca. A Javier no se le noto mucha emoción, creo que en el fondo seguía pensando que no era suyo, porque ese rechazo fue notorio por mucho tiempo.

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