domingo, 22 de junio de 2014

Liliana vive en mi.



Liliana tenía diecisiete años cuando se fue y se llevo con ella todo mi mundo, lo bueno y lo malo, lo poco y lo mucho que yo era.

Su partida rompió mi burbuja dejándome en completa incertidumbre, el mundo como yo lo concebía desapareció; creo que su única misión en la vida era mantener unida a mi familia por cierto tiempo, al cumplir su propósito se simplemente se marcho.

De un momento a otro mi alma estaba destrozada y en un intento por mitigar el dolor me entregué a la negación ¡eso no me está pasando a mí! empecé a ver todo lo que pasaba a mi alrededor como si estuviera viendo una película triste que me causaba dolor y hacía que afloraran las lagrimas, pero mi cerebro se empeñaba en hacerme creer que ese asunto no era mío, definitivamente alguien había muerto pero no era mi niña, no podía ser ella; me negué a ver su cuerpo sin vida quizá esto evitaba que fuera ella quien yacía tendida en ese ataúd, en cualquier momento ella entraría por la puerta riendo con esas grandes y ruidosas carcajadas que la caracterizaban "ya llegué mamá" ¡no! en ese féretro no estaba mi niña, seguro que estaba vacío y si había alguien dentro no era ella.

Después de unos días fui al cementerio creyendo que te vería, dicen que ahí te dejamos, mi cerebro no anda bien desde hace días, aún así...

"Hoy fui a verte, pensé que ir a ese lugar me quitaría de la cabeza esa absurda idea de de que no pasó nada, que tú no estás ahí y todo fue un mal sueño, una horrible pesadilla.

Fui porque necesito convencerme y resignarme pero no puedo, para mí todavía sigues dando lata por ahí. Fui porque te lo debía, porque me diste tanta dicha, porque siempre vas a ser mi niña aunque no estés."


No estabas ahí, solo había cemento y cruces, fue ahí donde entendí que jamás habías estado ahí tú estabas en mí, al final en algo tenía razón, no moriste, estabas viva en mi mente y en mi corazón y así sería siempre.

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