jueves, 21 de septiembre de 2017

Agricultora.



Y un día, sin planearlo, me volví agricultora sin conocer el oficio. Mi cuerpo fue tierra fértil en la que se sembró y germinó la vida; mis brazos se volvieron invernadero, y de mi cálido pecho brotó el blanco néctar que fertilizó los retoños nacidos de mi parcela, y sentí crecer y extender sus raíces en mis entrañas hasta convertirse en árboles frondosos que hoy me han bendecido con sus frutos.

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