Lo dejé escribir con sus manos sobre mi piel, deseaba que en
mi cuerpo encontrara siempre una página en blanco, para escribir en ella un
cuento diferente cada amanecer.
Le permití ver la luz de mi alma, mi intención era iluminar
su espíritu por el resto de sus días y sus noches, mi intención era darle calor
lo que a usted le quedaba de vida.
Lo admití en mi corazón, quería que fuera su hogar, anhelaba
que en él encontrara un puerto seguro al cual volver cada anochecer.
Le amé como sólo se ama una vez en la vida, poniéndole un
altar y jurando no olvidarlo jamás. Le amo tanto ni aún la muerte me hará
dejarlo de amar.
Le di tanto y él dio tan poco, que un día deje de esperarlo...
Pero la estúpida esperanza no me deja alejarme y decir adiós.
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