Silencio. Él no dijo nada, parecía estar intentando
comprender las palabras que ella había pronunciado. Apenas después de unos
segundos que parecieron horas y justo cuando ella pensada dar por terminada la
llamada
-Voy para tu casa en éste momento, esto tenemos que
hablarlo personalmente.-
Pat sintió que el corazón latía muy fuerte.
-¡No! esto terminó, no hay nada más que hablar.-
Colgó el teléfono sin dar oportunidad a una sola palabra
más. La chica había tomado una decisión y no había marcha atrás. Así era ella,
decidida y drástica. Algunos podrían tomarla como una bruja egoísta y mala, sin
sentimiento alguno, pero en verdad es que ella sólo tenía miedo, y el miedo nos
vuelve feroces en ciertas ocasiones.
Todo parecía volver a la normalidad. La escuela, los amigos
y compañeros, las peleas familiares... ya no había magia ni la ilusión
provocada por un hombre, y así ella era feliz, dentro de un pequeño mundo que
ella se creaba a su antojo. Así le gustaba y así sería el resto de su vida, lo
que no era capaz de entender y manejar, simplemente no era algo que sirviera,
era algo que sin más, saldría de su vida. Sí, nunca dejaría de ser una cobarde,
aunque nadie supiera que lo era.
A menudo recordaba a Anthony, ella sin saberlo seguía
alimentando la esperanza y esperando el gran milagro de verlo regresar. Con
frecuencia caminaba por los lugares por los que habían caminado juntos. Volvía
una y otra vez al jardín dónde lo conoció. Seguía conservando la magia, seguía
siendo hermoso, mantenía la alfombra verde de césped salpicado de flores
coloridas y bellas. aquél sitio se guardaba como lo que era, un rincón fantástico
que algún día dio a luz al amor.
Pat pasaba días enteros perdida en su melancolía, cumpliendo
con sus obligaciones encerrada en su cuarto recordando, llorando, tratando de comprender
porque Anthony no la había podido amar con la misma intensidad y devoción que
ella le amaba.
Y después de la melancolía, venía la euforia; la
felicidad desbordante, la plenitud y el optimismo que la caracterizaba y que
quienes la conocían admiraban. Había a aprendido a manejar una dualidad que la
ayudaría a sobrevivir el resto de su vida, pero que también la mantendría
presa.
Los días pasaron y Esteban parecía haberse dado por
vencido. Y a ella le daba por pensar que al final no le había importado tanto
como pretendió hacerle creer. Lo que ella no sabía es que por increíble que
pudiera parecer, le había roto el corazón.
Unas semanas más tarde, un miércoles el cartero trajo
consigo un sobre azul, una carta que no se espera, una carta a destiempo. En
cuanto ella lo vio sobre la mesa, sintió un vuelco en el corazón, se sintió
confundida y temerosa; se acercó lentamente y se mantuvo mirando el sobre por
un momento, primero pensó en tomarlo y tirarlo en el basurero sin siquiera
abrirlo, después de todo ella ya no quería nada con él pero, al final terminó tomando
el sobre entre sus manos y se dirigió a su habitación para leerla.
Querida
y recordada Patsy:
Han
pasado muchos días desde que hablamos por última vez, este tiempo me ha servido
para reflexionar sobre lo "nuestro" o debo decir lo mío, porque
llegué a la conclusión de que aunque sea ridículo para ti no fui más que un juego.
Cada
noche, cuando estoy solo en mi cama vuelvo a pensar en cómo se dieron las
cosas, y cada noche vuelvo a sentir rabia y frustración, todo esto ha sido
totalmente ilógico. Lo normal habría sido que yo, teniendo la experiencia que
la edad me ha dado, fuera quien se divirtiera contigo, pero no fue así, al
contrario, me enamoré perdidamente y en verdad te quería en mi vida para
siempre.
Debes
estarte riendo y disfrutando de mis tontas palabras ¡hazlo! pero aunque no te
deseo ningún mal, por ley de la vida, algún día te lamentarás de haber jugado
conmigo.
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