En aquel momento no comprendió y no hubo tiempo de
hacerlo, Esteban se aproximó a ella y la beso muy dulcemente, un beso con el
que parecía prometer que las palabras que acababa de pronunciar eran una
promesa, un juramento hecho a las puertas de la iglesia y que pensaba cumplir.
Después de ese beso, volvieron a casa, durante el camino
ella se mantuvo pensativa, no era que aquel beso no hubiera sido hermoso ni
fuera de lugar y tiempo, pero a ella de inquietaban las palabras de él, seguía
intentando asimilarlas, sus pensamientos y su silencio sólo era interrumpido
por las preguntas de Esteba, que se repitieron sin cesar.
-¿Estás bien?-
-¿Pasa algo?-
Cuantas veces él preguntó, la respuesta de ella siempre
fue
-no pasa nada, estoy bien-
Esteban decidió guardar silencio y se metió en sus
pensamientos, su capacidad de discernimiento no bastaba para comprender que
estaba pasando, la experiencia que poseía no era suficiente para entender.
¿Acaso la había ofendido con su beso? era la pregunta que giraba en su cabeza.
Cierto era que ella era muy joven pero... ¿Cómo podría haberle faltado al
besarla tan dulcemente, como lo había hecho?
Por fin llegaron a casa, era poco antes de la hora en que
él hubiera prometido llevarla de regreso. Habría deseado quedarse un poco más
para seguir disfrutando de la compañía tan grata que le brindaba la dulce
mujercita, pero debido a la inseguridad que la actitud de ella le provocaba, decidió
despedirse apenas entregó a Patsy con sus padres. Ella no hizo el menos
esfuerzo por retenerlo, se despidió de él sin mucho ánimo y sin decir palabra
se retiró a su dormitorio.
Entró en su habitación, de un solo salto se tumbó en la
cama y comenzó a repasar los acontecimientos del día - a ella le encantaba
analizarlo todo, lo bueno y lo malo- Recordó hasta el último segundo, la última
palabra, el último detalle. De pronto se sintió ansiosa, recordar las palabras
que él dijo fuera de la iglesia la llenaron de incertidumbre, de dudas. Ella no
había pensado jamás en casarse, al menos no por el momento. El miedo se apoderó
de ella, y el hombre que hasta esa mañana le parecía un sueño, de pronto lo
sintió amenazador.
Aquellas palabras pronunciadas por él "Aquí nos
vamos a casar algún día" parecían una amenaza aterradora. En ese momento
dentro de ella se encendió una luz roja en su cerebro, ese hombre era peligroso
y debía alejarlo a como diera lugar. -Vaya forma que tiene una chiquilla de
quince años de percibir las cosas.-
Las llamadas por teléfono empezaron a hacerse más
frecuentes, a pesar de que ella era cortante en sus conversaciones. Él viajaba
cada fin de semana a visitarla, procurando tratarla de manera cortes y lo más
delicada posible, buscaba por todos los medios ganar su corazón, pero ella cada
vez se mostraba más intolerante hacia él.
Cada miércoles el cartero entregaba un sobre azul que
contenía una de las hermosas cartas que él solía escribir, tal vez si una sola
de aquellas cartas hubiera llegado años más tarde ella la habría valorado, pero
no en ese momento, al contrario, para ella se volvieron una molestia.
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