Aquel tiempo fue lindo,
como cualquier chica de esa edad estaba cargada de sonrisas, energía y muchos,
muchos sueños que me hacían creer que podía comerme el mundo a puños, en esa
etapa uno se cree que la vida siempre nos va a sonreír, que la luna es de queso
y el sol sale de noche si te lo dice la persona que admiras y a la que crees
amar. Aunque a esa edad el amor es un espejismo fabuloso que parece perfecto y
fácil de conseguir. ¡ah! pero eso sí, cuidado con que el chico que te gustaba
no te hiciera caso o terminaras con el novio en turno porque querías cortarte
las venas enseguida.
Los amigos, el relajo y
los juegos son lo más importante y el mayor problema en el que puedes estar
metido es no pasar un examen y el más grande de tus temores es ganar un regaño
de tus padres.
Después del guapo del pelo
largo vinieron muchos pretendientes más, cuando se tienen quince años se es
como una hermosa flor que atrae a los insectos cautivados por su fragancia y
color.
Siempre tuve mucha suerte
a pesar de no ser la más bonita, posiblemente por esa mezcla de ángel y demonio
que tenía mi rostro infantil y aquella mirada picara y coqueta.
Busque con ansia encontrar
quien llenara el vacío que aquel chico dejo pero nadie llenaba su ausencia o al
menos eso quería pensar, estaba obsesionada con él pues nunca supe porque se
marchó.
Esa obsesión matizada de
despecho me llevo a buscar revancha, alguien debía pagar por la afrenta, creo
que ese fue el motivo que me llevo a tratar tan mal a quienes posteriormente
tuvieron el atrevimiento y la osadía de acercarse a mí. A unos más que a otros
pero sí que los desprecié y pisoteé hasta el cansancio ¡qué vergüenza! solo de
recordarlo me siento la peor de las brujas de cuento de hadas que jamás ha existió,
y si lo cuento no es para vanagloriarme sino como penitencia para que Dios me
perdone por todo ese mal que en su momento causé.
En aquella época no es que
haya sido mala, pero si muy inconsciente y caprichosa... pero les aseguro que
más delante la vida me cobro cada desaire, cada capricho y cada grosería que
proferí.
Después de tanto juego y
tanto ensayo sobre el amor, apareció el hombre que consiguió atraparme y con
quien me casé; él era un chico que conocí en la escuela y lo curioso de esto es
que desde el primer momento en que lo vi me pareció súper desagradable,
presumido y odioso, tal vez era el espejo en el que me veía reflejada y por eso
me caía tan mal, en verdad que no me gustaba para nada pero... ya ven justo con
el fui a quedar, no sé si por caprichos del destino o por los planes macabros
de Dios. Tenía dieciséis años cuando me escapé con él y esta parte de la
historia es muy chistosa porque un día mi mejor amiga Anita, me llamo por
teléfono y me pregunto si me escaparía con Javier a lo que yo respondí que si
tomando las cosas con muy poca seriedad, ya que supuse que era una pregunta
tonta de esas que se hacen las amigas a esa edad pero días después estaba en un
camión viajando a la ciudad de México, iniciando una aventura y dejando atrás
ese mundo de comodidad y protección que me brindaban mis padres.
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