Por años me senté a
ver la vida pasar, convencida que el destino estaba escrito y que era imposible
cambiarlo, supuse equivocadamente que todos los sucesos estaban sujetos a un
plan misterioso y hasta cierto punto macabro -como suelo decir- pero la
realidad es que aunque hay ciertos acontecimientos que sí se encuentran marcados en el camino y
es obligatorio vivirlos somos nosotros los que escribimos nuestro destino,
nosotros con nuestras decisiones vamos dando pauta a lo que vendrá mañana, qué
cómodo resulta culpar al destino por nuestros temores y por nuestra incapacidad para construir día a
día una vida a la medida que nos haga felices.
Me senté y efectivamente la vida me llevó por dónde quiso
llevarme menos a donde yo quería llegar y
me conformé por mucho tiempo, pero la vida se va demasiado a prisa y hoy me doy
cuenta que no he vivido, me he perdido de tantas cosas por no haber tenido la
valentía y el coraje de tomar decisiones, de arriesgarme y lanzarme al vacío
sin paracaídas confiando en mis capacidades y mi fuerza para salir adelante y
airosa bajo cualquier circunstancia.
Hasta en el amor viví un tanto como espectadora, tome el
amor de quienes me han querido quizá porque creí también que el destino me
había puesto a esos hombres en mi camino para amarlos y los amé de alguna manera
sin que ninguno de los dos fueran exactamente el amor de mi vida aún cuando
fueron grandes amores para mí.
Hoy no sirve de nada lamentarme, nada puede devolverme el
tiempo perdido y la única manera que encuentro de resarcir un poco el daño que me hice es decidiéndome a vivir plenamente sin permitir que nada ni
nadie me corte las alas para volar y alcanzar mis sueño.
Quiero aprender a vivir sin remordimientos ni limitaciones,
ya se me fue la vida haciendo lo que otros consideran lo correcto y lo que
supuse que era lo que marcaba el destino.
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