Puede parecer que el tiempo no avanza, pero lo cierto es
que nada lo detiene y el tan deseado día por fin llegó. Aquel día Pat hecha un
manojo de nervios desde muy temprano se probó toda la ropa del armario buscando
qué ponerse e intentó con diferentes peinados, rizo sus pestañas y hasta uso un
poco de color en sus labios, eso era algo raro en ella, hasta ahora nunca se
había preocupado tanto por su apariencia, ella se sentía hermosa sin necesidad
de arreglo alguno.
Aquella tarde de otoño aunque se sentía un poco de frío,
parecía ideal para un reencuentro entre dos almas que habían estado intentando
escribir un cuento hermoso metido en sobres durante un tiempo.
Durante la espera Patsy se puso frente al espejo, ensayo
mil poses e intento encontrar las mejores palabras y tono de voz con el que
pudiera impactarlo a la hora de saludar, definitivamente ahora sí que se le
había perdido una neurona a la chiquilla.
De pronto se escucho alguien llamando a la puerta ¡llegó!
pensó Pat y corrió hacia la puerta, se detuvo, respiró profundamente antes de
abrir procurando tranquilizarse para no parecer ansiosa, y al abrir la puerta
dibujó en su rostro la que consideró mejor sonrisa.
A simple vista se notaba la emoción que la invadía en
aquel momento en tanto que Esteban se encontraba de lo más sereno, o al menos
eso parecía. Por supuesto no podía ser de otro modo, a sus treinta años ya
contaba con suficiente experiencia como para que le afectara visitar a una
chica.
Con la formalidad que lo caracterizaba estrechó
fuertemente la mano de Pat al tiempo que la acercaba a su boca para besarla
-buenas tardes princesa ¿se encuentra en casa tu padre?-
¿Mi padre? preguntó extrañada, estaba segura que él
visitaba la casa únicamente para verla a ella -decepción total- Sin embargo
ella asintió con la cabeza y sin palabras le invitó a pasar, le pidió que
tomara asiento en el salón y se dirigió al dormitorio de su padre donde él cómodamente
mantenía la nariz y la atención metidas en uno de los tantos libros gordos que
acostumbraba leer por largas horas.
-Papá, Esteban quiere hablar contigo-
Después de un momento su padre con toda calma, su padre
levantó la vista hacia ella, tomó el separador de su libro para marcar la
página en la que estaba, cerró el libro, se incorporó de su sillón y se dirigió
al salón donde Esteban aguardaba.
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