Las vacaciones terminaron y la familia regreso a la
ciudad todo volvía a la rutina: la escuela, el trabajo, las actividades de siempre la vida
continuaba sin cambios aparentes. Pero algo no andaba bien, Pat no paraba de
pensar en aquel hombre vestido de blanco del muelle. Pareciera que aquella
tarde su conversación le había suavizado el corazón, o tal vez la idea de no
volverlo a ver y saberlo tan lejano le provocaba cierta nostalgia. ¿Qué estaba
pasando?
El sol y la luna iban y venían en perfecta sincronización
completando días y semanas que transcurrían pesadamente ante la espera de
noticias de Esteban.
Patsy no dejaba de recordar las últimas palabras de él:
¿podré escribirte? y revisaba cada día el correo en espera de una carta que
se negaba a llegar. La desilusión la invadía, pero se negaba a pensar
siquiera que la había olvidado. Quizá no
había escrito correctamente la dirección... y ¿si la carta se extravió?
Había pasado casi un mes y Pat ya se estaba haciendo a la
idea de que Esteban no escribiría cuando llegó un la tan anhelada carta. Era un sobre
de color azul, los nombres y direcciones del destinatario y el remitente
estaban escritos de manera impecable,
sin faltas de ortografía y con letra manuscrita perfectamente legible.
Desde antes de abrir el sobre Patsy lo miró por un largo
rato primero por un lado y después por el otro, estaba visiblemente emocionada.
Después de asimilar que era real, que la carta que tenía entre sus manos era
real, se dirigió a toda prisa a su dormitorio, de un salto se acomodó sobre la
cama y abrió el sobre con mucho cuidado para no dañarlo.
Leyó una y otra vez cada palabra que se encontraba
escrita en aquel que al igual que el sobre era de color azul. Le decía cosas
tan lindas, de esas que pocas veces le habían dicho; o quizá era que ella quien
en pocas ocasiones había tenido la
disposición para prestar atención a esas palabras y su significado.
Más tarde cuando logró asimilar todo cuanto le decía
Esteban, ella se dirigió al pequeño cajón de su escritorio donde guardaba como
tesoros una gran cantidad de hojas de papel estampadas con hermosas imágenes de
fondo que ella coleccionaba desde hacía algún tiempo; escogió con cuidado la
que en ese momento le pareció la más bonita y comenzó a escribir.
Era la primera vez que ella escribía una carta, por lo
que su nerviosismo no le permitía pensar con claridad todo lo que deseaba
decir. Después de varios intentos fallidos y desechar varias hojas de aquel
papel tan preciado, logro aclarar las ideas y con toda soltura consiguió
terminar aquella carta; la dobló cuidadosamente, la roció de su mejor perfume,
selló el sobre, anotó los datos y salió corriendo a la oficina de correos para
enviarla.
De regreso caminó lento, fantaseaba sabrá dios que cosas
mientras pateaba pequeñas piedras que encontraba a su paso...
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