¿Es acaso la muerte el fin de
todo, o es en sí el principio?
¿La historia debe iniciar con la llegada o con la despedida?
Este relato comienza con un adiós marcado y escrito por el destino,
aunque a veces se puede pensar que fue más bien forzado por las circunstancias.
Como sea que haya sido, esa partida trajo consigo sucesos posteriores por demás
extraños.
Él se fue una tarde de mayo durante la convalecencia de una enfermedad
respiratoria, el pronóstico médico no era alentador, sin embargo se notaba una
mejoría considerable que hacía pensar que pronto dejaría la cama y volvería a
hacer una vida normal, cosa que no sucedió (puede ser que haya sido "la mejoría de la muerte") y lo
relevante no es que haya muerto, todos tenemos que morir en algún momento,
acompañados o solos, amados u olvidados por la mano del amor. El proceso
natural para la aceptación es diferente en casa uno, para ella fue sorpresa,
enojo y dolor, este último parece que llegó y se quedó muy en el fondo de su
ser por el resto de la vida aunque hasta el día de hoy lo siga negando.
Los días siguientes pasaron lentos, sin importar las cosas que hiciera
para distraerse ni la gente que le rodeaba. Ella buscó, como en pérdidas
sufridas anteriormente, deshacerse de todo cuanto le recordara al ser amado
recién ido, (ilusa, no hay nada que dé olvido, debía saberlo) lo antes posible
empezó a vaciar sus cajones y su ropero intentando no prestar atención en las
cosas, su nuera le ayudó y cuando ésta revisaba los bolsillos de un pantalón,
encontró un pequeño envoltorio, algo del tamaño aproximado a un hueso de
durazno que, inmediatamente le dio a su suegra, y ella intrigada por el
contenido de aquel bultito, inmediatamente lo abrió; en su interior había un
trozo de papel que envolvía unos cuantos granos de sal, tierra y daba la
impresión de haber sido mojado antes de envolverlo, en el papel había dibujado
lo que parecía un símbolo y los nombres de ella y de él junto con la leyenda "Juntos por siempre" ella
sintió un fuerte escalofrío que la hizo tirar aquello sobre la cama, ¿qué era
eso, qué quería decir?... ¡aquel hombre a quien ella amaba le había hecho una
brujería, no podía creerlo!
Se dedicó a
investigar que era aquel símbolo que estaba dibujado en el papel y después de
mucho buscar y preguntar, alguien le dijo que era algo relacionado con la ley
de la atracción, el centro es la persona que hace el dibujo, los triángulos los
cuatro elementos y los puntos, la dualidad. Lo único realmente cierto es que
quien ella menos hubiera pensado le había hecho o intentado hacer un amarre.
Ella no creía en esas cosas aunque en el fondo le causaban cierto temor porque
como bien decía su padre, no es bueno creer pero la vida está llena de sucesos
inexplicables. Después de unos días aquello quedó en el olvido y la vida siguió
en su rutinaria y dolorosa monotonía y meses más tarde ella seguía en el
intento por seguir por el camino de soledad que hoy le tocaba vivir, pero su
amado muerto parecía no querer irse, su recuerdo la perseguía y cada noche él
se metía en sus sueños haciéndole imposible conseguir la resignación.
Por cosas de la vida, un día, mientras caminaba por la calle ya entrada
la tarde, un desconocido se acercó a ella y le dijo bajito al oído: “Él no te deja ir, no te suelta” La
conversación no duró mucho, aquel hombre antes de despedirse le dijo que la
única manera de que aquello terminara era que ella se despidiera agradeciendo a
su amado la vida juntos y el amor que se tuvieron, le dio indicaciones de lo
que tenía que hacer y se marchó. ¿Quién era este hombre? pareciera que la
conocía y sabía bien lo que le ocurría pero, ¿cómo? Esa noche no logró dormir, entre pensar y tener episodios de
sueños en los que se le presentaba su amado suplicándole que no se marchara lo logró
descansar; a la mañana siguiente muy temprano, se dispuso a hacer lo que el
desconocido le había dicho, – ¿qué podía perder? – buscó entre aquellas cajas en las que
guardaba algunas cosas de su amado que había conservado hasta encontrar una
fotografía de él, la miró por un largo rato mientras todo su ser era golpeado
por la añoranza y la tristeza, encendió una vela blanca y después, aclaró las
ideas y habló con la fotografía como si quien estaba en ella estuviera frente a
ella...
María Del Pilar
Sánchez Padilla Sánchez.
Derechos reservados
de autor.
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