Y es que hay noches que se vuelven condenadamente imposibles
y eternas. Tras mil vueltas en la cama, uno termina levantándose para recorrer
la casa entera de arriba a abajo encendiendo y apagando luces, abriendo cajones
y puertas buscando dios sabe qué cosa sin poder hallarla.
Y es que hay noches en las que el sueño no se concilia,
parece que se ha marchado a otro lugar, vaya usted a saber a dónde, sólo sé que
el sueño no está, se ha escondido entre preocupaciones y pensamientos absurdos.
Y así, después de una larga noche de insomnio, veinte
cigarros, dos litros de café, diez pensamientos perversos y cien fantasías,
llega la luz del día sin haber encontrado en las horas de oscuridad al sueño.
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