El diablo entró en mi jardín, se deslizó sigiloso por alguna
grieta del muro que resguarda mi huerto, lo descubrí cuando plantaba esperanzas
falsas en medio del solar; pronto el prado quedó plagado de hermosas flores
cuya fragancia adormece la razón y llena de anhelos el corazón.
El diablo se ha metido en mi mente, escarba y revuelve en
ella buscando los mejores recuerdos que tengo de ti, intenta confundirme creando espejismos,
proyectando como hechos futuros algunas escenas del pasado para hacerme recaer
en el vicio de esperarte.
El diablo quiere mi alma, y ensaya mil triquiñuelas para
hacerme perder la calma; él sabe, y sabe bien, que para acabar con mi
tranquilidad debe hacer que me pierda nuevamente en la ilusión de tenerte,
porque el talón de Aquiles de mi alma es el desafortunado amor que por ti
siento.
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