Todos deberíamos
tener la fortuna de tener en nuestras vidas una persona loca que llene nuestros
días de alegría, porque no hay nadie más feliz que un loco...
Bueno, a mí me tocó
ser la loca en su vida.
Me tocó ser la
desquiciada que da mucho y pide tan poco.
Me tocó ser la rara que
se entrega en cuerpo y alma.
Pretendí contagiarle
mi felicidad y mi locura,
quise atiborrar de alegría e ilusión su ser y su mundo.
Pero, terminé
enfermándome de realidad y cordura.
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