Como buena soñadora que he sido y sin que esto me cause
vergüenza alguna, debo reconocer que como muchas, me inventé mi propio modelo de lo que para mi particular punto de vista se
asemejaba más al llamado "príncipe azul" que aparece en todos los
cuentos de hadas; porque toda mujer sabe lo que es desear a un hombre perfecto,
que llega, cabalgando sobre un caballo blanco, después de haber vencido
dragones para rescatarla de la torre de cristal en la que ha vivido encerrada
sin ilusión alguna y en completa soledad y desamor.
Por supuesto en mi vida no podía faltar esa ilusión por tener
mi propia historieta, mágica y única, tan llena de ficción y fantasía como la
mejor; motivo por el cual, en lugar de un "príncipe azul" me inventé
"al hombre de la guitarra" majestuoso, admirable, lleno de amor y
sensibilidad. Ansioso por encontrar y hacer feliz a su princesa.
Por años esperé... y esperé... y esperé. Me aferré tanto a la
idea y el propósito de que te tenía que llegar, que me pase la vida limitando
mis sentimientos, me negué a amar, me resistí a sentir por estar esperando a
ese hombre que según yo, era el único que podía amarme y a quien yo podía amar con
un amor excelso y profundo. Y esperando se me fue la vida, no quise ver que el
"hombre de la guitarra" como los "príncipes azules" no
existen.
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