La persona a la que le escribí esto se ofendió muchísimo, al parecer no entendió que todo lo que digo es solo una metáfora, una manera de decir que era como los demás. Aún así debió sentirse halagado, porque al menos me tome el tiempo de dedicarle algo, pues pensaba en él.
También resulto ser un simple sapo imposible de convertir en
príncipe, o es que no fui yo quien debía besarlo para conseguir la
transformación y ser su amor...
No, no era él quien podía matar a los dragones y vencer los
demonios y peligros para llegar a rescatarme; le faltó coraje y valor para
llegar a la princesa que soy aún con mis temores y mis dudas, aún con mi
errores y pequeñeces...
Se oculto tras palabras bellas. Escondió sus miserias y
frustraciones bajo una máscara de grandeza y sabiduría, prefirió seguir
revolcándose en su soledad por miedo a sufrir, sin comprender que a veces también el amor duele antes de convertirse en
eterno.
Un error de mi parte lo convirtió en vendaval, como si errar
no fuera humano, como si una falta fuera causa de abandono y olvido. No
entendió que no soy perfecta pero pretendía ser su realidad... eso era todo lo que yo quería.
Se perdió en la distancia llevándose el alma y los sueños,
se marcho sin despedirse, no logró captar mi incertidumbre, no pudo entender
que lo quería en mi vida, lo quería mío... pero no sabía cómo lograrlo.
Al final igual que muchos resultó ser un sapo... pero
vestido de príncipe.
Al final me volví a equivocar y terminé llorando sentada en
mi torre de cristal.
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