jueves, 12 de mayo de 2016

Las dos caras de la moneda. Parte final





Al llegar sus ojos recorrieron rápidamente todo el lugar buscando aquel rostro que tanto la había impactado en una fotografía, y de pronto, de entre la gente salió aquel hombre con paso seguro pero con carita y sonrisa tímida, las miradas se encontraron y Andrea supo desde aquel instante que él era el hombre indicado, se lo dijo el corazón, y en ella el corazón siempre ha mandado; al acercarse unieron sus cuerpos en un fuerte abrazo, de esos que no sólo unen los cuerpos sino también las almas. Aquel momento estuvo lleno de magia, parecía la conspiración entre el destino y la vida, entre Cupido y la mano de Dios y Ella lo aceptó sin objeción alguna.
Él le ofreció su brazo, Ella se aferró gustosa y caminaron por las calles de la ciudad como si no hubiera nadie más a su alrededor, como si el mundo empezara y terminara en cada paso que daban, Él no paró de hablar, y ella se fue llenando de cada palabra, de cada mirada y de cada roce de su piel, aquel día ella quedó atrapada en un laberinto de emociones y sentimientos que hasta ese momento desconocía.
Conocía el amor, lo había sentido antes, y había amado mucho, pero esta vez era tan diferente, esta vez se conjugaban admiración, ternura, sentimiento y deseo; combinación perfecta pero peligrosa, trampa mortal de la que no podría salir con facilidad y que le cambiaría por completo la vida, pero en aquel momento ella no comprendió.
El tiempo se fue más rápido que de costumbre, las horas parecieron minutos y pronto fue hora de despedirse, a Ella le habría gustado pedirle que no se fuera, pero sintió miedo de pedirlo, después de todo en caso de que lo pidiera Él seguramente le habría respondido con una negativa, dada su situación.
Esa noche Andrea al llegar a casa revivió en su mente cada segundo, trató de recordar cada palabra y cada gesto; Toco sus labios al tiempo que recordó los besos dados, aún guardaba el calor y el sabor de aquellos labios, de hecho esto era algo que no olvidaría jamás, y ella se sentía feliz, estaba viviendo un momento de euforia total... Pobre Andrea, toda esa alegría se convertiría en decepción más tarde, cuando se diera cuenta que no importa cuánto amor se sienta, hay personas que nunca podrán estar juntas.
Aún así, cruzó la ciudad convencida de que el sol se hallaba en la otra orilla, y creyó encontrarlo y hasta alcanzarlo, y hubo un momento en el que pensó que no solo lo había podido rozar con la punta de sus dedos sino que lo había abrazado hasta hacerlo suyo. Pero lo único que pudo hacer suyo fue la ilusión de un amor más que imposible.
Se entregó como nunca lo había hecho, sin limitaciones, entregando el corazón y el cuerpo, desnudando el alma y mostrándose tal cual era, sin máscaras ni disfraces, e hizo el amor de su vida al horizonte, a lo prohibido, a lo imposible; se dejó usar y manipular, perdió su orgullo y su dignidad, la vida hoy la ponía en el otro lado de la moneda convirtiéndola en aquello que tanto había odiado y criticado, la convirtió en "la otra" el destino la puso en el papel de la mujer señalada y repudiada, a la que se le califica con los peores adjetivos con los que se puede calificar a una mujer, calificativos que ella misma había usado para referirse a la mujer joven con la que su marido se había ido.
Ahora sabía que ser "la otra" no es cosa fácil como todos lo creen, y que si bien es cierto que hay algunas mujeres que son amantes por interés, comodidad y egoísmo, también hay algunas que lo son por amor, también sabía que al igual que las amantes, también hay esposas ventajosas y egoístas que creen merecer todo por el simple hecho de tener un contrato firmado, y así tienen a su lado a un marido que no respetan porque ni ellas misma se saben respetar, tienen un hombre a su lado al que no saben amar, porque ni ellas mismas se saben amar y mantienen una falsa relación sólo por aparentar, convirtiendo a su hombre, no es compañero, sino en trofeo para lucir.
Y de pronto las cosas empezaron a tener otro matiz al comprender que para tener el derecho de juzgar, se tienen que haber conocido los dos lados de una misma moneda, y ella ya las había conocido y por tal motivo, comprendió que ella era la menos indicada para emitir cualquier juicio.
Andrea decidió recuperar la dignidad perdida por aquel mal amor, y siguió su camino con la frente en alto, asumiendo las consecuencias de sus errores y dispuesta a salir adelante dejando atrás el pasado. Lo hecho... Hecho estaba y no podía cambiarle ni una coma a la historia, ya no era algo que valiera pena mirar, pero ahora con la experiencia adquirida, podía vivir el presente y escribir un mejor futuro para ella, y para quien quisiera acompañarla el resto del camino.
Las respuestas llegaron a Ella una tarde de domingo, y desde aquel día su vida no volvió a ser igual ni ella volvió a ser la misma. Ya nunca más se vestiría de víctima, ahora se había dado la oportunidad de perdonarse, avanzar y ser feliz.

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