No es que crea que yo encaje en el grupo de las
personas conscientes y comunes, estoy entre las que poseen cualquier tipo de
rarezas y locuras, pero he conocido
gente de lo más extraña a lo largo de mi
vida -que me hacen parecer normal- como
el hombre aquel que vivía de mentiras.
Él era un hombre que a mi limitado y personal entender prefirió sumergirse en un mundo
lleno de falsedades antes de armarse de valor y crear la vida que realmente quería. Le resultó
muy cómodo tomar lo que se le fue dando
aún cuando no era lo que merecía ni necesitaba para ser feliz.
Lleno de supuestas culpas y cargando conceptos heredados, se acurrucó en
el sillón con las manos abiertas y se dispuso a recibir lo que consideró oportuno
prudente y merecido, aún cuando fueran
un montón de engañosas apariencias, que
le hacían parecer un hombre completo y pleno. -Sé de lo que hablo, sé bien lo
que es sentarse a mirar la vida pasar sin esperar nada de ella por creer que no
se merece nada-
Se dedicó -como yo en algún momento- a vivir una vida vacía, carente de felicidad. Su rostro se volvió inexpresivo
y hosco, su corazón se olvidó de amar y ser amado. Decidió caminar por la vida
derrochando apariencias, engañando a quien se acercara a él ¿Acaso era esa su manera de vengarse?
No quiso ver la verdad, no intento siquiera enfrentarla. La
Luz de la realidad cegó sus ojos en lugar de aclarar el panorama, debió ver que
su mujer no era mujer por más culta y hermosa que pudiera parecer. Su hogar no
era tal, sólo era una construcción convertida en hermosa jaula, en un laberinto
que lo mantenía atrapado y perdido. Tendría que haber visto que las carencias
afectivas, románticas y carnales no las llenan un par de hijos y un amigo que
en la primera oportunidad le dio la espalda. Debió haber visto tantas cosas
pero prefirió cerrar los ojos a la realidad.
El concepto mal entendido de responsabilidad suele atraparnos, a él... a mi... a todos. Lo diferencia entre el hombre que vivía de mentira y yo, es que yo me quité la venda de los ojos, rompí los barrotes de la jaula, aprendí a volar y decidí vivir de verdad.
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