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Le di el calor de mi sonrisa en cada beso y la calidez de mis
manos en cada caricia, porque encontré su cuerpo temblando de frío en el anochecer
de su vida y él… Él prometió hacer mi primavera eterna y borrar de mi existencia
el invierno y el otoño… Así le entregué las últimas flores y las doradas hojas
de mi otoño al témpano de hielo, que prometió derretir su glacial blancura
hasta dejar al descubierto el último latir, de un corazón congelado por la
rutina y el hastío.
© María Del Pilar Sánchez Padilla Sánchez
Querétaro, junio del 2018
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