Ojalá pudiéramos olvidarnos que somos adultos realistas,
aburridos y cuerdos; ojalá volviéramos a amar como adolescentes: Con pasión y
entrega, prodigándonos sin miedo y sin importar lo que diga la gente.
Ojalá aprendiéramos a dejar de lado a los seres juiciosos
en los que nos hemos convertido, para dar libertad a los niños, que en algún
rincón de la existencia mantenemos prisioneros; ojalá consiguiéramos volver a
amar como niños: Llenos de confianza y nobleza, libres de excusas y con el alma
blanca.
México, Enero/2017
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