Le dejé donde quería estar, -¿qué otra cosa podía hacer?- el
dolor fue grande, era como si me arrancaran la piel a pedazos y calcinaran en
la hoguera al corazón, aún así, y sintiendo que moría le dejé en el centro de
ese mundo en el que él quería estar.
Dentro de algunos soles o lunas, todo cuanto soy florecerá
en otra tierra y en otro cielo brillará; las cálidas caricias de mis manos
encenderán una piel más receptiva y la miel de mis besos otros labios han de
endulzar.
Después de algún tiempo, la humedad de mi cuerpo otro cuerpo
regará, y él con su lluvia, hará de mi piel tierra fértil en la que vuelva a
nacer el delirante deseo de la pasión. Más delante, -no sé si pasados meses o
días- mi alma volverá a desnudarse frente a un alma ya desnuda ante mí, para fundirse
en un eterno abrazo de amor.
Mañana o pasado, seré de otro en cuerpo y alma, el recuerdo
de aquel hombre tal vez pasará a ser mi preferido porque hay amores que no se
olvidan, se quedan escondidos en algún lugar del corazón y prendidos en el
alma, pero él, él habrá dejado de ser el elegido.
México, Enero/2017