No tenía los ojos del color que a mí me gusta, pero había
algo en ellos que me atraía invitándome a hurgar en las entrañas oscuras de su
alma, fue quizás su mirada inexpresiva y fría, la que me hizo caer llena de
curiosidad en ese remolino de lóbregas aguas que vertiginosas giran, atrapan y conducen
a lo profundo del abismo.
Sus manos no tenían el tamaño ni la forma que me encanta,
pero eran el crisol en el que se funde lo místico y pagano; sus caricias
condenaban mi piel a los infiernos y al mismo tiempo la salvaban llevándola a
la gloria. El calor de esas manos ultrajó mi cuerpo las mismas veces que lo
honró, aún así confusa volví una y otra vez en busca de sus caricias.
Su boca poco sonreía y a mí, me seducen las sonrisas
amplias. No reía pero cuando lo hacía me llenaba el alma de alegría; no
sonreía, pero sus labios poseían la exquisita dulzura de una miel que no
empalaga e instiga a seguir bebiéndola y yo, hambrienta no supe detener los
pasos que me llevaron tantas veces en busca de sus besos.
No tenía nada de lo que me gusta pero... Así lo amé con toda el alma.
No tenía nada de lo que me gusta pero... Así lo amé con toda el alma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario