Comencé a sacar de mi vida a toda esa
gente, que como se dice vulgarmente sólo enchincha, ocupa espacio pero no llena
vacíos, habla mucho pero no dice nada y presume ser sin llegar a ser. Así poco a poco me fui quedando sola, hasta
encontrarme aislada en mi habitación sosteniendo interesantes diálogos conmigo
misma que me llevaron a darme cuenta de lo divertida y buena compañía que soy.
A decir verdad, los primeros días
fueron dolorosos y angustiantes, la sensación de soledad, silencio y abandono
me carcomían el alma, sin embargo, entre esa inmensa oscuridad en la que se
había sumergido mi existencia descubrí una luz dentro de mí, un pequeño y
tímido destello que al pasar los días creció hasta deslumbrarme... Era mi
propia luz. Y me descubrí bella, me encontré grande, me vi perfecta; a partir
de ese momento me volví a amar.
Me costó volver a enamorarme de mí,
pero lo conseguí.
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