Era para ella quien encendía el sol cada mañana y llenaba
de oxígeno el aire que respiraba.
Era quien hacía latir su corazón para que su cuerpo no
muriera.
Era la alegría de sus sonrisas y la esperanza de sus
sueños.
Era para ella el amor encarnado en un hombre.
Era ante sus ojos el milagroso regalo del universo.
Era en fin, todo aquello que no se ve y se bendice
agradecido.
Y un día no fue nada.
Y un día no fue nada.
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