Aprendió
a andar a oscuras en un mundo en el que todo a su alrededor brilla con radiantes
colores. Su luz se apagó entre vientos de tragedia y chubascos tristes, por eso
está planeando su muerte como si ese momento fuera a llegar mañana. Un ahorro
para el entierro y distancia intencional para que nadie le llore ni le extrañe
cuando por fin se haya marchado.
No
habrá herencia, lo material se fue quedando en el camino, y aunque poseyó
tanto, hoy no tiene nada que legar a nadie, si acaso un montón de papeles con
malas letras que nadie quiere.
Se
acostumbró a andar a oscuras en tardes soleadas, noches frías y horas calladas
porque la oscuridad no lastima los ojos, ni el silencio aturde ni el frío cala
tanto como cuando se busca calor en los brazos muerto de la hipocresía, por eso
llama a la muerte aunque aún no sea su hora, y sus ojos brillan cuando acaricia
la idea de un descanso eterno.
Aprendió
a andar muerta entre la vida egoísta de la multitud que le rodea y apretó los
labios y cerro sus oídos y cubrió sus ojos con la venda de la oscuridad. Detuvo
el reloj creyendo que al detener el tiempo también su vida terminaría.
4/12/2021
María Del Pilar Sánchez
Padilla Sánchez.
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de autor.
Imagen tomada de la
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