– ¿Julián, ha visto las nubes? Se
arremolinan negras en el cielo, han conseguido oscurecer aquella bóveda celeste
que antes era de un tono de azul muy claro. Antes tenían el color de la
esperanza, pero ahora... Se avecina la tormenta de la soledad y el olvido; habrá
que poner a buen resguardo el corazón, de lo contrario, saldrá dañado y
maltrecho, él ha sido siempre tan vulnerable mientras yo, intento forjarme de
hierro en el afán de protegerlo.
Huele a salífera lluvia, a
humedad salitrosa que corroe todo cuanto alcanza y toca. Huele a des-dicha y
abandono. ¿Acaso no siente en su boca el
sabor picoso de la tristeza que se avecina? porque yo, ya tengo en la boca ese
sabor acre y salado que en tiempos como este intoxica mi saliva. Siento como de
a poco va carcomiendo el paladar hasta llegar al cerebro para drogar hasta
dormir cada neurona que en él encuentre... ha de sumir al entendimiento en
pesado letargo para neutralizarlo.
– ¿Julián, acaso no ve que se
avecina el vendaval? No suelte mi mano porque presiento que ha de arrastrarme
el viento. Por favor, cobíjeme entre sus brazos para no morir de frío en medio
el temporal.
México 8/4/2017
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