El amor no muere.

Otoño-Invierno.

Quiero llegar al final del otoño contigo, y que nos reciba el invierno tomados de la mano y con las almas abrazadas para no pasar frío.

Espero ver el fin del invierno a tu lado, y aunque sé que para mí ya no habrá más primaveras, quiero vivir a tu lado mi ocaso y mi frío como si fueran primavera.

De blanco a negro.

Esencia.

Tinta y papel en la basura.

Todo el tiempo invertido en el desquiciado sueño de sembrar una ilusión en la esterilidad de un pecho árido, no fue más que tinta y papel tirado a la basura.

Estupidez.

Usted y yo somos la encarnación de la estupidez. 

Usted por no venirse a vivir el amor conmigo; 

Yo... Por no irme a vivir con quien en verdad me ama. 

Nací...

Nací  amor... Broté para amar, aunque lo cierto es: Que no cualquiera puede tener  este amor que llevo dentro.

Nací miel... Prorrumpí para endulzar, pero la verdad es: Que muy pocos pueden empalagarse con mi dulzura.

Nací  fuego... Surgí para ser pasión, pero la realidad es: Que únicamente Tú puedes quemarte en mi hoguera.

Mutación.

Quiera dios.

Quiera dios que nos volvamos a encontrar... Ojalá que nuestros caminos en algún punto se vuelvan a unir y esta vez para hacer uno solo.

Espero con toda la fe que puede tener un corazón enamorado, que en otras circunstancias volvamos a coincidir en esta vida.

Y si el destino nos vuelve a reunir, deseo que sea llenos de valentía y decisión pero principalmente desbordando amor y pasión.

Carencia y exceso.

Pudieron ser la pareja perfecta pero...
A ella le sobró amor y le faltó paciencia.
A él le falto amor y le sobró miedo.
Podría ser que si ella con paciencia hubiera conseguido amar menos, él podrías haber amado más venciendo sus miedos; pero ni el sentimiento se domina, ni la impaciencia se controla, ni el miedo se somete... O al menos ellos no supieron cómo superar sus carencias y amansar sus excesos.

Letras atormentada.

Dejaré de atormentar a las letras con tu recuerdo, ya no debo obligarlas a conjugar el verbo amar en presente y futuro porque el amor... Se quedó en el pasado.

Herida de muerte.

Por tercera vez tocó a su puerta y por tercera vez no hubo respuesta, su madre al otro lado de la puerta empezó a sentirse preocupada e inquieta por el silencio, sabía que ella estaba ahí, la había visto entrar corriendo a media mañana.

Margarita era la alegría de la casa, siempre estaba cargada de energía y vitalidad; sus carcajadas eran la música que daba vida al hogar, sus risas eran como el dulce canto del ruiseñor una mañana soleada de primavera, pero ese día... El ave calló.

La mujer volvió a tocar la puerta, esta vez con golpes desesperados ¿Te encuentras bien? -Preguntó casi gritando- pero nuevamente no hubo respuesta por lo que decidió entrar. La chiquilla estaba sentada sobre el piso en un rincón de la habitación con las manos en el pecho, el rostro pálido y los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.

Margarita estaba agonizando, hacía ya rato que había comenzado a desangrarse; por el pecho le brotaban a borbotones las ilusiones y el sentimiento, la decepción le había atravesado el corazón hiriéndola de muerte.

Eres soledad.

Suyo... Mío...

Fue suya la suave brisa exhalada de mis suspiros. Mías las torrenciales lluvias salidas de mis ojos.

Suyos los sueños de un corazón enamorado. Mías las decepciones causadas por los desdenes .

Suyo el amor bondadoso y nítido de un alma grande. Mía la indolencia de un corazón mezquino.

Suya mi vida entera. Y mía... sólo la muerte.

El amor llama a la puerta.

Otro amor está llamando a mi puerta...

¿Qué hago?

¿Lo dejo pasar? o...

Le digo que el amor ya lo tengo contigo.

Verdugo.

Reflexión.

Ni se pueden pedir peras a un olmo ni se puede pedir amor a quien no tiene corazón.

Volé.

Volé porque volar era la única opción que tenía después de haber tocado el cielo entre tus brazos.  

Conseguí elevarme hasta alcanzar la cúspide del universo, y logré llegar muy lejos, allá donde se puede mirar al otro lado del  horizonte, y me marché sola porque sólo la soledad quiso acompañarme; pero no se puede volver a la tierra cuando se han conocido las alturas, ni se debe regresar al punto de partida porque ya no se pertenece a ese lugar.