¡La maté! No pregunten por qué.
Me asfixiaba con su llanto y sus tristezas, con sus
limitaciones morales y sus prejuicios tontos, me ataba los pies a la tierra y yo quiero volar muy alto.
Después de arañarle las entrañas le mordí el pecho hasta
sacarle el corazón del cuerpo, le clavé la mirada y disfruté ver como daba el último latido
¡La maté, sí! tenía que hacerlo, era la única forma de
volver a nacer pura, grande, libre de pasado y todo recuerdo que me impidiera vivir.
La maté y lo hice con toda premeditación y sin remordimiento
alguno, alguna de las dos tenía que morir, ella ya había tenido su tiempo y lo
desperdició en errores y lamentos.
La maté para ser feliz, pero, todo fue un sueño... Ella siempre vivirá en
mí.
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