Ella está entre el cielo y
la rama, la miro por largo rato y puedo sentirme a su lado imaginando lo que
será ver la tierra desde lo alto, abro mis alas al tiempo que ella las abre e
inicio el vuelo, la vista desde aquí es estupenda, hay mucho verde salpicado de
violeta rosa y amarillo. Más allá los colores son cortados por negras líneas de
asfalto y ahí se pierde el brillo, el panorama comienza a pigmentarse con una
capa grisácea que vuelve brumosa la vista. A lo lejos un árbol triste y algunas
flores que se asfixian, la vista muestra muy pocos oasis coloridos entre el
cemento y el pavimento, ahí parece que la vida se muere, o quizá únicamente
trasmuta.
El ave sigue a mi lado,
nuestras alas parecen llegar a tocarse en ciertos momentos como si durante
nuestro vuelo nos pudiéramos acariciar calentados por el sol y suspendidos en
la inmensidad de un cielo que parece ilimitado... Estamos entre el cielo y la rama
sintiéndome libre y maravillas viendo el mundo desde lo alto cuando todo se
vuelve negro, abro los ojos y me descubro sentada en un banco del jardín presa
de mis realidad y sin poder volar. 20/2/2022
María Del Pilar
Sánchez Padilla Sánchez.
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