sábado, 3 de septiembre de 2016

Hay noches.


Y es que hay noches que se vuelven condenadamente imposibles y eternas. Tras mil vueltas en la cama, uno termina levantándose para recorrer la casa entera de arriba a abajo encendiendo y apagando luces, abriendo cajones y puertas buscando dios sabe qué cosa sin poder hallarla.

Y es que hay noches en las que el sueño no se concilia, parece que se ha marchado a otro lugar, vaya usted a saber a dónde, sólo sé que el sueño no está, se ha escondido entre preocupaciones y pensamientos absurdos.

Y así, después de una larga noche de insomnio, veinte cigarros, dos litros de café, diez pensamientos perversos y cien fantasías, llega la luz del día sin haber encontrado en las horas de oscuridad al sueño. 

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