domingo, 1 de mayo de 2016

Las dos carasde la moneda. Parte 2







Ella creyó ser la esposa perfecta, siendo sumisa y abnegada, supuso que su única obligación era obedecer y cumplir los caprichos de su marido, limpiar, cocinar y sentarse a esperar su llegada después de un largo día de trabajo. Nunca fue la esposa perfecta, a lo más que llegó fue a ser una esclava.
Ella creyó que entre sus obligaciones como mujer estaba la de ser en un útero fértil en el que gestara la vida y le diera a su esposo la cantidad de hijos que él deseara. Y terminó convertida en incubadora.
Y así se fue dejando poner el pie encima poco a poco, hasta que quedó atrapada y convertida en un bicho aplastado por el hombre que juraba amarla.   
Quizá el mayor de sus errores fue no saber poner límites, no supo decir "no", no supo defender su derecho a decir ¡No! Era algo que no había aprendido, ni siquiera supo que podía hacerlo, hasta que obligada por las circunstancias tuvo que hacerlo, y fue hasta ese momento que el "no" en lugar de ser dicho con amabilidad y en tono suave, fue un grito desesperado y fuera de lugar que puso fin a tantos años de atropello que se podrían haber evitado si en su momento hubiera sabido negarse a hacer lo que no quería o no le gustaba.
La perfección no existe, pero obligados por una sociedad exigente, pretendemos serlo, queremos estar dentro de un patrón creado por una sociedad machista que limita a las mujeres, convirtiéndolas en seres creados para el servicio y bienestar de los hombres.
Andrea pasó de adolescente a mujer de un día para otro y dedico su juventud a un hombre que juró amarla hasta el último día que vivieron juntos.
No todo fue malo, a pesar de todo, en todos esos años hubo muy buenos momentos, tuvo hijos que le llenaron la vida de bendiciones y alegrías, conservó el título de "esposa perfecta" y ante la sociedad era lo que se espera de una "buena mujer" Aprendió a reír ante la adversidad, a salir airosa de las dificultades, aprendió todo lo que no se enseña en los libros, y hayo felicidad a pesar de todo. Pero lo más importante y que ella no supo en aquel momento, aprendió lecciones que le serían de gran utilidad, cuando tuviera que volver a empezar desde cero en el futuro.
Y el tiempo pasa sin detenerse, y se va llevando la vida y la juventud ¡Pero eso qué importa! si ya pasaste años labrando un futuro que crees seguro, se ha trabajado para tener una vejez también "perfecta" en la que se disfrutará a los hijos, y los nietos que ellos te darán, y más que nada morirás al lado de ese hombre al que se cree se le ha dado todo, hasta los motivos para quedarse a tu lado hasta la muerte, y así... Te acomodas en el sillón más cómodo de tu casa y te sientas a esperar, confiada de que ya no tienes que mover un dedo para ganarte nada, porque ya lo has hecho todo.
Tantos años y no has aprendido nada...
Y es entonces que la vida te da la peor sacudida de todas, arrebatando de tus manos la mayor de tus fortunas, un día despiertas y te encuentras con devastadora sorpresa de que tu burbuja se rompió, ya no tienes nada, estas parada en el aire, cayendo precipitadamente, sin encontrar nada de que agarrarte para parar tu caída libre.
Se tuvo entre las manos todos los elementos para hacer de la vida una eterna fiesta llena de alegrías, se pudo construir día a día y con pequeñas insignificancias una relación duradera, pero es mucho más fácil perderse en la rutina y dejar que vaya carcomiendo los logros conseguidos. Uno se enfoca tanto en las cosas grandes, -somos ambiciosos y confiados- y olvidamos los detalles que son el verdadero cimiento de toda relación.
Andrea vivió el papel de esposa, y lo vivió a su manera, cómo dios le dio a entender que debía hacerlo, sólo que dio tanto de sí, que terminó cansada, abrumada y sintiéndose vacía, no se puede ser perfecto, y eso es lo que ella trató de hacer, pero a veces es mejor mostrarse humanamente imperfecto, y trabajar con lo que se posee, sin ocultar las imperfecciones y defectos que tenemos, pero tratando de hacer sobresalir las virtudes. Se vale decir no puedo, se vale pedir ayuda, se vale decir no quiero.
Es válido hacerle ver a la pareja que estamos ahí, que somos su apoyo incondicional pero también es válido dejarnos ver a ratos indefensos y necesitados de apoyo, de protección y de amor. Andrea prefirió tomarse el papel de mujer fuerte, pero no entendía que era ser fuerte. Ser fuerte no es hacerle sentir a la pareja que no lo necesitas. Ser fuerte es tener el valor para enfrentar las adversidades y salir airoso, ser fuerte es caerse y levantarse las veces que sea necesario, ser fuerte también es tener la humildad y el valor de reconocernos débiles. Y así, mientras se hacía la fuerte, Andrea un día descubrió que su matrimonio había terminado devorado por la rutina, y ve a saber cuánto tiempo de descuido e indiferencia.
Un día apareció una mujer joven a la que no le costó mucho trabajo conquistar al marido de Andrea, y ella -Andrea- después de haber perdonado tantas infidelidades, decidió que ya era hora de dejar de aguantar engaños, de pronto supo que era una mujer valiosa y que ya era tiempo de decir: no, no más. Su orgullo y su dignidad como mujer, esposa y madre ya había sido pisoteado muchas veces ¿qué más podía perder diciendo "no"?



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