miércoles, 11 de mayo de 2016

Las dos caras de la moneda. Parte 4


Pasó mucho tiempo comparando sus dos relaciones, comparando a esos dos hombres de su vida y sobre todo comparando las cosas que había hecho o dejado de hacer en cada una de esas relaciones. Se dice que las comparaciones nunca son buenas, pero en ésta ocasión a Andrea le estaba siendo de mucha utilidad. Al analizar y comparar se dio cuenta que al final, no toda la culpa de que su matrimonio hubiera terminado era culpa de su esposo, y que quien menos culpa tenía en ese asunto era la joven mujer con la su marido se había ido. Por fin ella empezó a aceptar su parte de culpa, algo de provecho tenían que tener tantas horas de soledad y sin dormir.
La rabia y el dolor se transformaron en culpa, comenzó a sentir remordimiento por la gran cantidad de omisiones que había tenido, al final no había sido ni la amante, ni la esposa, ni la mujer perfecta, había pasado años engañándose, pero hoy la venda que cubría sus ojos estaba cayendo. Ahora empezaba a ver claro, y comenzaba a tener el valor de aceptar la parte de culpa que le correspondía.
Aceptar nuestros errores es una de las cosas más difíciles, se requiere de mucho valor y mucha madurez para hacerlo, y ahora Andrea por fin estaba madurando y por primera vez en realidad estaba siendo honesta consigo misma. Y volvió a maldecir y a lanzar improperios pero esta vez contra ella misma, había sido tan tonta y tan torpe, ahora no sabía qué le dolía más, si haber perdido los dos mundos que había creado o el hecho de saberse traicionada, no por otros sino por ella misma.
Y lloró y lloró hasta que los ojos se quedaron seco, ya no hubo más lagrimas pero en su interior ese dolor seco lejos de cesar se hacía más fuerte; y por tercera vez volvió a levantar muros a su alrededor, pero en esta ocasión dentro de de esas paredes no había nadie más que ella, esta vez el mundo que estaba construyendo no era para dos ni tres, era únicamente para ella, no cabía nadie más. Decidió cerrarse en sí misma para no volver a dañar a nadie ni permitir que nadie la dañara.
Del otro lado de la barrera, había gente que merecía estar dentro y que de diversas maneras intentaba derrumbar los muros para acercarse a ella, sin embargo ella rechazaba cualquier acercamiento, estaba pasando por un proceso en el que nadie podía ayudarla, sin importar cuánto amor sintieran por ella. Enfrascada en su culpa, sus miedos y sus emociones no se pudo dar cuenta que sin quererlo lastimaba a quienes la rodeaban, estaba actuando de manera egoísta. Seguía sin aprender nada.
Habían momentos en los que sentía perder la razón, y es que no se pude vivir ensimismado dando vueltas a los recuerdos, no se puede vivir en el pasado; y buscando una salida se refugió en lo que ella llamó su piso trece, que no era otra cosa que el espacio inmenso del internet. En él halló lectura de temas interesantes, gente con quien platicar a todas horas y lo mejor de todo es que era gente a la que nunca conocería en persona, esto evitaba cualquier riesgo de lastimar o ser lastimada. Ella consideraba que su piso trece era inofensivo pero lo más importante es que ella tenía absoluto control sobre él.
Quienes han navegado en internet, saben que una página lleva a otra y en un momento conoces cientos de sitios, unos de interés otros de entretenimiento y por supuesto, no faltan los sitios de encuentros para hacer "nuevos amigos" Andrea se dio de alta en uno y luego en otro y cuando se dio cuenta ya estaba inscrita en casi todos los sitios de ese tipo. Encontró mucha gente con quien platicar, sobre temas diversos, alguno interesantes, otros no tanto y otros -los más- llenos de insinuaciones subidas de tono para el gusto de Ella.
Poco a poco aprendió a jugar en ese universo, y a divertirse jugando con fuego sin poder ser quemada, pero es bien sabido por todos que el que juega con fuego, termina quemado, y eso justamente es lo que le pasó a Andrea.
Mirando fotografías de hombres que participaban en esos sitios, se encontró con una que llamó su atención, y no es que el hombre fuera un adonis, pero había algo en él que la cautivó, miró durante mucho rato las fotografías de aquel hombre, en una de ellas Él estaba tocando una guitarra, y esto llamó más su atención. Pronto vinieron las primeras pláticas, y en cosa de días Andrea sintió que aquel hombre tenía que ser parte de su vida; Él tenía algo que le atraía, y no dudó en acordar una cita para que se conocieran en persona. El día convenido fue un jueves de Enero por la mañana.
Aquella mañana Andrea se levantó de la cama muy animada, pero lo más importante es que estaba feliz, había nacido en ella una ilusión; ese día sus ojos tenían un brillo especial, todos a su alrededor notaron el cambio y todos le dijeron lo hermosa que se le veía esa mañana. Salió a la calle sonriente, tenía una cita con el hombre que le regalaba un sueño y eso era todo lo que importaba en aquel momento.

Todo el trayecto no paró de pensar si al llegar le reconocería, a veces la gente se ve diferente en fotografía y en persona; Andrea llegó algo retrasada a la cita, esto era algo que le incomodaba, ella solía ser muy puntual, una de sus cualidades era la puntualidad, estaba convencida que era una falta de respeto muy grande abusar del tiempo de los demás. 

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