domingo, 8 de mayo de 2016

Las dos caras de la moneda. Parte 3


Andrea odió y repudió a aquella joven, la comparó con ella muchas veces, trató de entender qué había hecho mal, intentó comprender porque él -su esposo- la había cambiado por aquella insignificante mujer, carente de educación, vulgar y corriente, pero no encontró la respuesta, no consiguió entender nada. Se fue tratando de dejar atrás veintidós años de su vida, mismos que bien o mal le habían dejado una enseñanza que en aquel momento aún no había comprendido, pero que en un futuro le estaría abriendo las puertas a una vida mejor. Ella en aquel momento se marchó con las alas rotas, con las manos vacías y cargando un gran odio, se fue vestida de víctima, sin saber que ella también había sido victimario. Aún no había entendido que en una pareja los problemas y las consecuencias de lo vivido siempre es un asunto bilateral... Los culpables son siempre dos.
Todo en la vida tiene dos lados, dos versiones, dos caras. En aquel momento ella no sabía pero por ahora ella había vivido sólo una cara de la moneda, y esta cara representaba la parte de la esposa.
Un par de años de soledad no le vinieron mal, aunque seguía sin comprender lo que había pasado y el porqué su mundo había podido desmoronarse con la llegada de una mujer, trató de seguir adelante, sin dejar el pesado equipaje del odio que llevaba a cuestas. Conoció a un hombre que le prometió amarla hasta el fin de sus días, él la recogió y se dio a la tarea de unir poco a poco y a base de respeto y cariño,  los miles de pedazos en que se encontraban su corazón y su vida. Andrea se dejo reconstruir, pero estaba segura que las cosas no volverían a ser como antes, jamás le volvería a pasar lo que le había pasado con su esposo.
Y los días se hicieron meses y después años, y aquel hombre consiguió regresarle la fe y la confianza, le hizo ver que era valiosa, que era hermosa, que merecía conocer la vida desde otra perspectiva, ella volvió a tener sus alas, y volvió a tener ganas de volar, pero esta vez quiso volar más alto y en otra dirección, pero había un lastre que la detenía, el odio que seguía guardando por aquella joven mujer y su esposo.
Andrea no volvió a permitir que nadie le pusiera el pie encima, si algo había aprendido en su relación anterior era a decir "no" y vio con agrado que ahora era más comprendida y más admirada; aprendió a amar a aquel hombre paciente y amoroso, aprendió a estar a su lado sin ser esclava, sin ser sumisa, sin ser el objeto que del que se abusa; descubrió que se puede tener una hermosa relación en armonía con el sexo opuesto. Pero aún le faltaba crecer, y seguía negándose a aprender todo lo que le habían dejado las lecciones anteriores; necesitaba una nueva sacudida, y pronto la vida nuevamente la golpearía para hacerle abrir los ojos.
Nuestro paso por la vida es siempre un constante aprendizaje, venimos a este mundo a aprender y a crecer espiritualmente, pero mientras no captemos los mensajes que nos dejan los errores y logremos avanzar, seguiremos estancados en el mismo lugar, continuaremos revolcándonos en la misma charca en la que caímos un día, y esto es justo lo que le pasaba a Andrea, seguía sin descifrar las enseñanzas que guardaban las vivencias pasadas. Iba lenta en su aprendizaje, y no porque le faltará inteligencia o capacidad, sino porque el resentimiento que guardaba y su inmensa soberbia no le permitían pensar con claridad.
No se puede decir que los doce años que vivió con aquel hombre no fueron felices, porque a decir verdad fueron años plenos, llenos de amor y comprensión, años de estar en la misma sintonía con él y con la vida, y ella volvió a crear su universo, y construyó muros gigantes que lo resguardaran, ella una vez más se sintió segura, pero, en el fondo en todo momento se hallaba la sombra de un pasado no resuelto y lleno de asignaturas pendientes.
Y llegó el día en que la vida consideró oportuno despertarla de su magnífico sueño, trayendo a su vida una pérdida más, con la que nuevamente le echaba abajo su mundo, nuevamente le reventaba la burbuja en la que ella tenía su reinado. Nuevamente lagrimas y confusión... nuevamente soledad.
Y una vez más ella se vistió de víctima y se lleno de rabia y rebeldía, estalló en improperios, maldiciones y reclamos en contra de dios y del destino que le había tocado vivir, y una vez más quiso morir. Pero la muerte no es algo que llegue cuando la necesitamos y para escapar cuando las cosas se ponen feas, la muerte está escrita en las estrellas y llegará cuando el creador lo haya decidido, nadie, absolutamente nadie muere en la víspera.
El tiempo no espera ni se detiene porque se esté triste, el tiempo sigue su paso sin mirar lo que pasa en el mundo ni en la vida de nadie, el tiempo no se detuvo porque Andrea se hallara destrozada.
Por segunda vez estaba sola, y por orgullo volvió a tomar el papel de mujer fuerte, y comenzó a mostrar a la gente una máscara risueña y despreocupada, y bailó y cantó aunque en el fondo se hallaba mas rota y más vulnerable que nunca. Y salió a la vida en busca de algo que la hiciera volver a vivir, pero su búsqueda no dio frutos.
Entre los día de soledad y las noches de insomnio, ella empezó a hurgar en el pasado, tratando de encontrar las respuestas que no había encontrado antes, ya habían pasado catorce años desde la separación con su esposo, y aún seguía guardando mucho rencor, su orgullo seguía herido, seguía pensando que había dado todo en aquella relación y que al final se le había traicionado.

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