sábado, 19 de diciembre de 2015

Condenada.



Estoy condenada a no tenerle, el corazón lo sabe pero se niega a aceptarlo y se transforma en implacable verdugo que martiriza la conciencia en un intento desesperado por matar toda lógica y razón, y así sin darme cuenta me encuentro disfrutando del dolor que produce saber que nunca ha de ser mío. Amarle se ha convertido en el peor acto de masoquismo al que me he podido someter.
Pero la mente que no se da por vencida, en los pocos momentos de lucidez que consigue darme, me hace ver que el amor ha muerto dejando en su lugar un sentimiento enfermo, que cual ácido carcome el alma, aniquila la esperanza y termina con la vida lentamente. Entonces quiero huir, intento borrar todo recuerdo y desaparecer todo rastro de su cobarde y resignada presencia.
Durante los escasos y mínimos momentos de cordura -que parecen apenas destellos en medio de la densa bruma que crea este infectado sentimiento- Me doy cuenta que el amor es otra cosa.

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