sábado, 2 de mayo de 2015

¡La maté!



¡La maté! No pregunten por qué.

Me asfixiaba con su llanto y sus tristezas, con sus limitaciones morales y sus prejuicios tontos, me ataba los pies a la  tierra y yo quiero volar muy alto.

Después de arañarle las entrañas le mordí el pecho hasta sacarle el corazón del cuerpo, le clavé la mirada y disfruté  ver como daba el último latido

¡La maté, sí! tenía que hacerlo, era la única forma de volver  a nacer pura, grande, libre de  pasado y todo recuerdo que me impidiera vivir.

La maté y lo hice con toda premeditación y sin remordimiento alguno, alguna de las dos tenía que morir,  ella ya había tenido su tiempo y lo desperdició en errores y lamentos.

La maté para ser feliz, pero,  todo fue un sueño... Ella siempre vivirá en mí.

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