miércoles, 1 de abril de 2015

Parte 11 Entre la realidad y las fantasías de Patsy


Las vacaciones terminaron y la familia regreso a la ciudad  todo volvía a la rutina:  la escuela,  el trabajo, las actividades de siempre la vida continuaba sin cambios aparentes. Pero algo no andaba bien, Pat no paraba de pensar en aquel hombre vestido de blanco del muelle. Pareciera que aquella tarde su conversación le había suavizado el corazón, o tal vez la idea de no volverlo a ver y saberlo tan lejano le provocaba cierta nostalgia. ¿Qué estaba pasando?
El sol y la luna iban y venían en perfecta sincronización completando días y semanas que transcurrían pesadamente ante la espera de noticias de Esteban.
Patsy no dejaba de recordar las últimas palabras de él: ¿podré escribirte? y  revisaba  cada día el correo en espera de una carta que se negaba a llegar. La desilusión la invadía, pero se negaba a pensar siquiera  que la había olvidado. Quizá no había escrito correctamente la dirección... y ¿si la carta se extravió?
Había pasado casi un mes y Pat ya se estaba haciendo a la idea de que Esteban no escribiría cuando  llegó un la tan anhelada carta. Era un sobre de color azul, los nombres y direcciones del destinatario y el remitente estaban escritos de manera  impecable, sin faltas de ortografía y con letra manuscrita perfectamente legible.
Desde antes de abrir el sobre Patsy lo miró por un largo rato primero por un lado y después por el otro, estaba visiblemente emocionada. Después de asimilar que era real, que la carta que tenía entre sus manos era real, se dirigió a toda prisa a su dormitorio, de un salto se acomodó sobre la cama y abrió el sobre con mucho cuidado para no dañarlo.
Leyó una y otra vez cada palabra que se encontraba escrita en aquel que al igual que el sobre era de color azul. Le decía cosas tan lindas, de esas que pocas veces le habían dicho; o quizá era que ella quien en  pocas ocasiones había tenido la disposición para prestar atención a esas palabras y su significado.
Más tarde cuando logró asimilar todo cuanto le decía Esteban, ella se dirigió al pequeño cajón de su escritorio donde guardaba como tesoros una gran cantidad de hojas de papel estampadas con hermosas imágenes de fondo que ella coleccionaba desde hacía algún tiempo; escogió con cuidado la que en ese momento le pareció la más bonita y comenzó a escribir.
Era la primera vez que ella escribía una carta, por lo que su nerviosismo no le permitía pensar con claridad todo lo que deseaba decir. Después de varios intentos fallidos y desechar varias hojas de aquel papel tan preciado, logro aclarar las ideas y con toda soltura consiguió terminar aquella carta; la dobló cuidadosamente, la roció de su mejor perfume, selló el sobre, anotó los datos y salió corriendo a la oficina de correos para enviarla.
De regreso caminó lento, fantaseaba sabrá dios que cosas mientras pateaba pequeñas piedras que encontraba a su paso...

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