martes, 1 de julio de 2014

Encontrando la libertad.



Las cosas de a poco se fueron acomodando y mis pies volvieron a tocar el piso a pesar del dolor causado por mis pérdidas; dicen por ahí que cuando más oscura esta la noche es porque ya va a amanecer y aunque en mi vida el sol nunca volvió a alumbrar igual, la luz fue volviendo paulatinamente acabando con las tinieblas hasta que pude ver nuevamente colores a mi alrededor.

La tristeza de perder a mi niña hasta el día de hoy no ha pasado, con el tiempo me he resignado pero sigo preguntándole a Dios por qué me la quitó. En cuanto a el final de mi relación de más de veinte años con Javier, terminé dando gracias a Dios por haberme quitado las vendas que cubrían mis ojos para así poder ver que lo que había entre nosotros no era una relación sana, aún así no puedo negar que gracias a él tuve cinco hijos maravillosos y en todos esos años también existieron momentos lindos y felices.

Empecé a disfrutar de mi soledad, aprendí a estar conmigo y esto me permitió darme cuenta que no necesitaba a nadie para ser feliz, la felicidad estaba en mí; perdí los miedos que me acosaban... Por fin era libre de pensar, de sentir, de hacer y esto me gustó; por fin había tomado las riendas de mi vida y mi persona.

Cada día me convenzo más de que el destino de cada persona está escrito desde que nace hasta que muere, esto lo creo porque hoy que analizo mi vida noto que cada suceso va de la mano en una secuencia perfecta, las vivencias que tenemos van apareciendo en el momento justo, no puede cambiarse el orden, de lo contrario muchas cosas simplemente no ocurrirían.

En aquel momento no lo sabía pero lo que seguía en mi camino era algo muy lindo y especial; el destino me tenía una nueva tarea que me brindaría un nuevo comienzo lleno de felicidad y con un final cargado de lagrimas.

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