domingo, 11 de mayo de 2014

Tiempo de pobreza.

  

En Mérida murió lo último que quedaba de aquella Pilar presuntuosa y altanera que solía ser en la época del colegio cuando suponía que el mundo estaba a mis pies y esto me daba derecho a despreciar a quien no me agradaba o considerara a mi altura. La vida te cobra con creces los desaires y la falta de humildad con que tratas a lo demás, y esta lección apenas la empezaba a asimilar.

Ahora era yo la despreciada, vista como un ser inferior e incluso como algo parecido a un delincuente por los lugareños. Hubo momentos en lo que maldije haber elegido esa ciudad, la gente era mucho peor que los mosquitos que nos devoraban y el calor infernal, pero la economía que cada vez empeoraba mas, no nos permitía regresarnos, por lo que habría que hacerse a la idea de que eso era lo que había y se tenía que aprender vivir con eso, levantar la cara y sonreír aunque por dentro las lagrimas me estuvieran ahogando el alma.

Un día que no teníamos gas para cocinar me vi obligada a prender carbón para preparar algo, jamás había encendido carbón y recuerdo que me dio mucho trabajo conseguir que aquello ardiera, mientras lo intentaba saltó una brasa que me quemó el párpado del ojo ¡Ay que dolor! puedo visualizar aquella escena donde yo estaba sentada en una piedra frente al tizón, llorando amargamente. Pero no era el dolor que me producía la quemadura lo que me hacía llorar, era la vergüenza que sentía de pensar lo que dirían mis hermanos si me vieran en esa situación, yo antes tan presumida y arrogante y en ese momento sentada en una piedra tratando de encender carbón por necesidad. si me hubiesen dicho cuando estaba con mis padres que me encontraría en semejante situación habría reído a carcajadas. El tiempo, la vida y las circunstancias se ocupan de poner a cada uno en su lugar.

La situación económica no podía estar peor, yo estaba en la negación total, esto no me podía estar pasando a mi me lo repetía una y mil veces sin saber qué hacer, los momentos de crisis siempre me han paralizado y esa vez no fue diferente, lo único diferente fue que en aquella ocasión también estuve deprimida y melancólica.

Duró un par de años esa mala racha y de a poco todo empezó a mejorar, al menos la parte económica, en lo personal todo siguió como antes, a veces amando a Javier hasta la locura y a ratos odiándolo de la misma manera.
   

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