jueves, 1 de mayo de 2014

La reconciliación y otro niño extraviado.



Las reconciliaciones siempre son hermosas, todo tiene un color diferente, se tiene nuevamente la ilusión a flor de piel y los sentimientos aparecen en el corazón como retoños nuevos naciendo entre los surcos de las cicatrices que dejaron las viejas heridas en tu corazón.

Las reconciliaciones son promesas hechas sin palabras, arcoíris de lindos colores que asoma pasada la tormenta, son espejismo de una nueva vida cargada de sonrisas y felicidad, y mi arreglo con Javier no fue la excepción, parecíamos recién casados, los besos, las caricias, las miradas y sonrisas venían espontáneas sin la menor provocación. Los primeros días fueron fantásticos, todo parecía miel sobre hojuelas ¿qué más se podía pedir?

Javier volvió a pedir asilo a su hermana Jenny -mi cuñada favorita- y ella que en el fondo tenía buenos sentimientos nos acepto con cinco niños en su casa. Al principio todo fue perfecto, parecía que en esta ocasión podríamos vivir en santa paz con ella a pesar de que ahora éramos muchos, y por un tiempo así fue.

Por un tiempo pudimos convivir como familia, mis niños y José Luis -mi sobrino- se llevaban de maravilla, los pequeños tienen esa facilidad de ajustarse y convivir con otros niños sin tanto problema, ojalá los adultos aprendiéramos de ellos.

Jorge ya asistía al jardín de niños, el primer día de clases creo que yo estaba más nerviosa que él debido a que cuando en Guadalajara lo llevé al kínder mordió a la maestra cuando ella trato de detenerlo para que no se fuera conmigo, pero en esta ocasión él fue muy contento y tranquilo, quizá estaba venciendo su timidez o tal vez solo era que ya conocía como funcionaba esto de ir a la escuela. Hasta el día de hoy él recuerda mucho la carrera de triciclos que organizaron en la escuela, donde él participó y ganó una medalla. Esta historia es muy cómica, de entrada era carrera de triciclos, pero como él no tenía un triciclo, le permitieron participar con su bicicleta. La maestra dio la señal de salida y todos los niños pedalearon duro para tratar de ser los primeros en llegar a la meta y Jorge no fue la excepción, cuando iba a la mitad de la pista su bicicleta sufrió un pequeño desperfecto, se salió la cadena, él trató de arreglarla sin tener éxito, por lo que el corrió empujando la bicicleta hasta llegar a la meta, al parecer ya desde entonces él había aprendido a buscar soluciones a sus problemas. Me da mucha risa recordar la escena.

En ese tiempo a Jorge le toco cooperar con mi colección de historias de extravíos, y un día simplemente desapareció. Ese día todos los niños estaban en la planta alta viendo la televisión con Jenny, por me sentía un poco cansada y decidí aprovechar el momento para hacer una siesta, baje al cuarto que teníamos asignado en la casa y me dormí. No tengo idea de cuánto había dormido cuando Jenny me despertó para preguntar dónde estaba Jorge, inmediatamente me paré, no entendía bien que era lo que ella me preguntaba, aún estaba medio dormida, Jenny lo entendió y dijo que Moyo -como le decíamos entonces- no estaba ¿cómo que no estaba? dijo que hacía un rato él se había bajado y ella supuso que estaría conmigo, pero al bajar se dio cuenta que no era así.

De inmediato empezamos a buscarlo por toda la casa sin éxito, él no estaba por ninguna parte. Parecía casi imposible que hubiera salido a la calle, la puerta hacía mucho ruido al abrirse y Jenny tenía un oído muy agudo, si lo hubiera hecho ella lo habría escuchado, aún así, como el niño no estaba salimos a buscarlo por los alrededores, Israel y Coco ayudaron en la búsqueda y José Luis se quedo en la casa por si acaso alguien venía o había noticias.

Después de buscar a Jorge por todos lados sin resultado, llamé a Javier para avisarle lo que pasaba y Jenny y yo decidimos ir a dar a viso a la policía para que lo buscaran. Nos dirigimos hacia la casa para ir por el auto y al llegar José Luis ya nos esperaba con la noticia de que Moyo, estaba en la casa, se había quedado dormido en el piso entre un sofá y la ventana donde la cortina lo cubría ¡jamás lo íbamos a encontrar ahí! por Dios como es que se le ocurrió meterse en ese lugar.

¿Qué no se cansaban estos niños de asustarme?

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