sábado, 5 de abril de 2014

Una historia de terror



Javier estaba tan contento con su niña, que no veía el momento de presumirla a todo el mundo, apenas me dieron de alta hicimos un recorrido por las casas de las personas más allegadas a nosotros para que conocieran a la muñequita. Pasamos el día entero de casa en casa y cuando por fin llegamos a casa por la noche me sentía muy mal, primero supuse que era el cansancio, pero más tarde

estaba ardiendo en fiebre y Javier tuvo que llevarme de urgencia al médico, el diagnostico fiebre puerperal, me enviaron una tonelada de antibióticos y reposo ¡si aja! reposo con tres chamaquitos -una recién nacida, uno que era el alma del diablo y otro que aunque más tranquilo, no dejaba de hacerle segunda al diablillo- Por fortuna la hermana de Javier se ofreció muy amablemente a cuidar de mi y de los niños en tanto yo recuperaba la salud.

Con tanto antibiótico no podía amamantar a mi niña, por lo que me vi obligada a ponerme una inyección para secar la leche porque el dolor en los senos era insoportable, el simple roce de mi brazo me hacía gritar. Mi organismo no estaba respondiendo bien al medicamento, la fiebre tardo varios días en ceder; hasta que poco a poco fui sintiéndome mejor, pero mi cuñada no dejó que me marchara hasta estar completamente segura de que estaba en condiciones de cuidar a mis pequeñines. Fueron aproximadamente dos semanas las que pase en casa de mi ella, y aunque apenada no puedo negar que era cómodo estar ahí pero apenas estuve en condiciones regrese a mi casa... a la rutina de siempre.

Hasta el día de hoy le estoy muy agradecida.

Guillermo ya no vivía en el apartamento de la propiedad, y por alguna razón que no recuerdo tampoco Roberto estaba allí por lo que nos mudamos al pequeño apartamento ya que la casa principal me causaba mucho miedo, aunque Guillermo dijera lo contrario ahí pasaban cosas muy extrañas aunque a decir verdad esas cosas raras sucedían en toda la propiedad.

Habían cuatro perros que cuidaban el terreno. Una noches cuando ya había acostado y dormido a los niños, paso algo espeluznante. Yo me encontraba mirando la televisión y Javier se daba un baño, cuando de pronto los perros empezaron a ladrar y a chillar en un tremendo escándalo, se escuchaba que corrían y se golpeaban contra la malla que rodeaba el área donde se encontraban, el ruido pareció durar horas o al menos eso me pareció debido al terror que sentía. De pronto la calma... silencio total. Ni Javier ni yo nos atrevimos a asomarnos, mucho menos a salir para ver qué había ocurrido. A la mañana siguiente muy temprano salimos intrigados por la ausencia de cualquier ruido relacionado con los perros y el panorama fue horripilante, todos estaba muertos.

Sus caras tenían expresión de terror... lo que vieron los hizo entrar en pánico, tanto que una de las perras tratando de escapar quedó con el hocico incrustado en la malla metálica.

Jamás sabremos qué es lo que paso esa noche pero si les puedo asegurar que aún ahora se me enchina la piel de solo recordarlo.

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