lunes, 28 de abril de 2014

Un viaje largo y pesado.

Imagen tomada de:http://www.cuentosinfantilescortos.net/


Aquel viaje a México fue el peor viaje que he tenido en la vida, ocho horas en un autobús con tres pequeños inquietos -el más chico aún de biberón y pañales-

Llegó un momento en el que el aburrimiento terminó por hacer que se quedaran profundamente dormidos, en ese momento es cuando tuve un rato para meditar y darme cuenta moría de miedo, aún cuando me hacía mucha ilusión imaginar que podría salir adelante sola y que pronto podría tener a mis otros dos hijos de regreso conmigo.

Mientras los miraba dormir pensaba en lo hermosos que eran y en lo afortunada que era de tenerlos. Parecían angelitos incapaces de hacer ninguna travesura, nada mejor para relajarse que ver la inocencia dormida a través de un niño.

Aunque despiertos eran uno diablitos con unos cuernos bien largos, recuerdo cuando Jorge hacía sus berrinches por nada y terminaba con sus labios morados perdiendo el conocimiento, la de sustos que me lleve con él por ese motivo; y ahora me causa mucha risa pensar que sin saberlo tenía la medicina para ese mal justo en mi mano. Cuando Tony tenía un mes de nacido, tenía que llevarlo al pediatra para su revisión mensual; Israel y Coco estaban en la escuela, a Liliana la dejé encargada con una vecina y solo lleve conmigo a Jorge, no habíamos caminado más que una cuadra cuando él empezó a pedir que lo cargara, cosa que me era imposible pues llevaba a Tony en brazos, Jorge como estaba acostumbrado a que lo que pedía se le daba con tal de que no se fuera a privar por sus berrinches, empezó a llorar y en un momento se fue contra la cortina de un local comercial y comenzó a ponerse morado por no respirar. En ese momento entre la impresión de verlo así y que no podía hacer nada pues traía a Tony en brazos, la pañalera y mi bolsa, no sé me las ingenié para levantarlo con una mano y con la otra le propiné una buena ración de nalgadas bien fuertes con las que él de inmediato reaccionó.

Entre recuerdos y sueños se me pasó un poco más rápido el tiempo y los kilómetros se me hicieron mucho más cortos, ya estábamos entrando a la ciudad de México, ya se había hecho de noche y empecé a despertar a los niños pues ya habíamos llegado a la terminal de autobuses.

Al llegar le hable por teléfono a mi hermana para que fueran a buscarme, pues no traía dinero para el taxi, los pocos pesos que llevaba conmigo los usé para comprarles a los niños pan y leche para que comieran algo en lo que llegaban a buscarnos.

Así llena de proyectos y con muchas ganas de hacer algo por mi cuenta, llegué decidida a conquistar la ciudad y una nueva vida...

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