lunes, 14 de abril de 2014

El primer berrinche de Jorge.

Imagen tomada de http://ultrawallpapers.org


En fin que de pronto regrese a mi presente, seguramente por algún grito o el llanto de uno de los niños, hasta los recuerdos debían ser de prisa, no había mucho tiempo para perderse en recuerdos aún cuando estos sirvan para liberar tensiones.
La rutina sigue... cada mañana trae consigo el mismo itinerario del día anterior... 

6:00 AM: cambio de pañales y primer biberón del día para dos.
7:00 AM: bajar a la cocina a preparar el desayuno.
7:30 AM: desayuno a toda prisa.
7:45 AM: salir corriendo a llevar a Israel a la escuela.
Y así, con reloj en mano se pasa el día exactamente igual al de ayer y al de mañana y todos los días. Con un poco de suerte podía romper la rutina algún suceso de imprevisto y sin importancia como que se perdiera la niña, que Coquito se accidentara o que a Jorge le diera uno de sus ataques provocado por un berrinche.
Jorge durante su primer año, no dio ningún problema, era un niño sano y tranquilo, era una delicia de niño; pero poco después de cumplir el año, empezaron los problemas, un día después de comer mientras lavaba los platos Don Luis salió de casa, Jorge intento salir con él pero el señor cerró la puerta sin dejarlo salir, en ese momento el pequeño comenzó a llorar dando gritos muy fuertes y pateando la puerta; desde donde yo estaba podía verlo perfectamente y a decir verdad no preste atención a su rabieta y seguí con lo mío, repentinamente el llanto paro y cuando volteé a mirarlo él estaba desvaneciéndose recargado en un mueble que estaba junto a la puerta de salida, de inmediato corrí para ver que le pasaba, él estaba pálido con los ojitos en blanco y no respiraba, lo cargué y trate de hacerlo reaccionar dándole unas cachetadas, solo que al parecer no eran tan fuertes como tendrían que ser para reanimarlo, salí corriendo y pedí a uno de los trabajadores de Javier que se las diera él, pero Jorge seguía sin responder, corrí a la cocina y le di a oler cebolla -eso me dijo el empleado- pero claro, el no respiraba ¿cómo podría olerla? le eche agua en la cara, le quite un zapato y le golpeé la planta del pie y nada, sus labios ya estaban morados... de pronto el empezó a respirar, pero seguía pareciendo que en los brazos cargaba un muñeco de trapo, arranqué a correr para llevarlo con un médico que estaba cerca de donde vivíamos. El doctor en cuanto le explique lo que pasaba, con toda la calma del mundo le dio un apretón en el puente nasal y el niño empezó a llorar muy fuerte, ¡Dios que alivio! El médico me dijo que esto era por el berrinche que había hecho y que procurar que no hiciera berrinches porque volvería a pasar lo mismo, y en caso de volver a suceder solo debía apretar fuerte el puente nasal.
Ahora sí que estaba lucida, como si no fuera poco con todo el trabajo que dan cuatro niños y las travesuras de Coco, ahora también había que cuidar que Jorgito no se enojara para que no se me privara por algún berrinchito.

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