miércoles, 23 de abril de 2014

¿Dónde está Liliana? (perdida por segunda vez)



Nuevamente estaba embarazada, este sería mi quinto bebé y el último. Lo esperé con la misma ilusión que esperé a cada uno de mis otros niñitos, como si fuera el primero.

Un poco antes de quedar embarazada nos habíamos cambiado nuevamente de casa, otra vez parecía la oportunidad perfecta de tener un nuevo comienzo, pero las apariencias engañan, se necesita mucho más que espacio y gente nueva para volver a empezar y esto en aquella época no lo tenía del todo claro, hoy entiendo que el cambio debe ser interno, limpiando el alma, el corazón y el pensamiento. No se puede renacer sin morir, y morir es dejar el pasado, romper las cadenas que te atan, morir es perder el miedo y atreverse a vivir en libertad, sin permitir que nadie te obligue a ser lo que no eres ni a vivir la vida que no quieres obligándote a caer en una sumisión extrema.

La nueva vivienda era una casa pequeña de tipo duplex situada en un fraccionamiento nuevo y los vecinos eran familias relativamente jóvenes con niños pequeños. Nuestra casa estaba ubicada en una calle cerrada con una sola entrada a manera de privada, por lo que los niños podían jugar en la calle con toda libertad y sin peligro de que algún automóvil los pudiera lastimar.

Todo parecía ir de maravilla, mi embarazo avanzaba sin problema alguno, mis cuatro hijos estaban sanos y asistían a la escuela, nada podía marchar mejor, por suerte estaba pasando por una etapa tranquila y hasta cierto punto feliz. Lástima que lo bueno no es para siempre, nunca falta un pelo en la sopa y este vino un Sábado por la mañana, cuando mis hijos jugaban con todos los niños de la cuadra mientras yo hacía la limpieza de la casa; de vez en vez miraba por la ventana para ver que todo estuviera bien y seguía con mis labores. Así lo estuve haciendo varias veces aproximadamente cada diez o quince minutos, hasta que en una de esas noté que Liliana no estaba entre los niños, no era raro que ella se metiera en casa de alguna de las vecinas, aún así de inmediato salí para averiguar dónde se encontraba. Mi sorpresa fue grande cuando los niños y las vecinas me dijeron que no habían visto a Liliana, enseguida comencé a buscarla por todos lados. Corrí al pequeño centro comercial que había a una cuadra de la casa, en donde todos la conocían, cuando iba conmigo a hacer compras todos la saludaban, y siempre le regalaban alguna golosina, era una niña muy popular y querida. Ese día nadie la había visto, volví a casa, tal vez ya estaba ahí jugando con los demás chicos; al llegar ella no estaba. Los chico más grandes subieron en sus bicicletas y salieron a recorrer las calles de los alrededores para buscarla, yo con tremenda panza de casi ocho meses de embarazo me di a la tarea de caminar rumbo a la escuela de Israel y Coco por aquello de que tal vez ella hubiera caminado hacia allá. El tiempo pasaba y ella no aparecía, habían pasado más de dos horas a partir del momento en que note su desaparición, era hora de llamar a Javier a su trabajo y explicarle lo que estaba ocurriendo, él de inmediato me dijo que en ese momento saldría para ayudar con la búsqueda, yo estaba exhausta, casi no podía dar paso, pero aún así seguí caminando por las calles de los alrededores aún cuando los niños que ayudaban ya las habían recorrido. Parecía que la tierra se la había tragado, no había rastro de Liliana, ya empezaba a sentir que no volvería a verla. Cuando llegó Javier dije que teníamos que dar a viso a la policía, y justo cuando nos disponíamos a ir a la delegación, llegó un niño gritando que la había encontrado.

En ese momento sentí un gran alivio, no sé de donde saque fuerza y fui a buscarla casi corriendo; ella había encontrado a una niña y se puso a jugar con ella, la madre al ver que Liliana estaba sola, la metió a su casa en lugar de esperar fuera a ver si alguien la buscaba. Ya habíamos pasado varias veces por ahí pero claro, dentro de una casa nunca la íbamos a encontrar, por fortuna el chico en una de sus vueltas escucho la risa de Liliana proveniente de una casa, así supo que ella estaba allí.

En cuanto llegamos a casa le puse unas buenas nalgadas, después la abrace y me puse a llorar junto con ella. No puedo explicar exactamente lo que sentí, solo puedo decir que era como haber visitado el infierno y la gloria.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario